domingo, 25 de mayo de 2008

LA GRACIOSA: Una playa con isla* con un siglo de vida poblacional estable.

La Graciosa es una pequeña isla situada en el Norte de Lanzarote que cuenta en su interior
con dos núcleos de población: Caleta del Sebo, un pueblo de pescadores en el que se concentra la mayor proporción de familias dedicadas a esta actividad de toda Canarias, y Pedro Barba, un pequeño núcleo, dedicado al turismo y habitado casi exclusivamente en verano. Es la isla más grande del Archipiélago Chinijo que en el lenguaje insular quiere decir pequeño. Este Archipiélago junto con el mar que les rodea y el Risco de Famara en Lanzarote constituyen un Parque Natural marítimo- terrestre de enorme interés ecológico por su valioso patrimonio medioambiental. En su interior se encuentra además la Reserva Natural Integral de los islotes no habitados de Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste. Recientemente (2006) se acaba de aprobar, no sin grandes dificultades, el Plan Rector de uso y gestión de este territorio que desde 1986 había sido declarado Parque Natural.

El caso de La Graciosa es paradigmático, tan pequeñita y tan llena de quimeras. Piratas, poetas, científicos y empresarios la han engrandecido más de lo que nunca pudieron imaginar sus pobres pobladores. ¡Cuanta historia puede caber en un pedazo de tierra inhóspito y azotado por el viento!

La conquista castellana de las Islas Canarias empezó en el abrigo natural que separa a La Graciosa de Lanzarote. En el Río, un remanso de mar de una escasa milla, donde las naves de los conquistadores consiguieron fondear y comenzar el conocimiento real del territorio insular.

La Graciosa fue a finales del siglo XVI una dehesa de los vecinos de Lanzarote que bajaban por las veredas de Famara el ganado que no podían mantener por falta de lluvias. Explotaban distintos recursos que les eran útiles: pescaban, mariscaban y cazaban pardelas. La grasa de estas pequeñas aves de mar que han estado casi en peligro de extinción servía además para calafatear los barcos. Había también en el Risco de Famara unas salinas de enorme utilidad para conservar la carne y el pescado. En el siglo XIX se establecieron licencias para explotar los recursos de la isla porque la no reglamentación había producido su expolio.

Después de estos antecedentes de uso del territorio, a principios del siglo XX se produjo el poblamiento estable de la isla con la creación de una sociedad de pesquerías que no obstante su quiebra dio paso al pueblo de Caleta del Sebo. En 1910 vivian en algunas viviendas y sobre todo en barracones colectivos 169 personas. La población creció en los años posteriores a la Guerra con las obras que se ejecutaron para acondicionar el pueblo por parte del Mando Económico de Canarias con el General García Escámez. La industria pesquera en el Banco Canario-sahariano convirtió las islas Canarias en un lugar estratégico para el capital internacional por la proximidad del continente africano y por el conocimiento que la población local tenia de la pesca artesanal en aquel litoral. En Nuadhibu, Mauritania se instaló en los años 50 una importante colonia de pescadores de Lanzarote y La Graciosa. La pequeña isla de aguerridos marineros, fue entonces conocida como de “isla de las buenas costumbres” por las formas comunitarias con que compartían el trabajo y las riquezas de la pesca (Martínez Berriel: 1992).

Después, con el paso de la pesca artesanal a la industrial vino el declive de la isla. La lenta y deficitaria modernización de las embarcaciones canarias fue perdiendo terreno frente a las potentes flotas europeas y asiáticas que se hicieron con la explotación del Banco pesquero. La cesión del Sahara a Marruecos en 1975 acabó prácticamente de desmantelar este sector económico lo que llevo a la reconversión turística de Lanzarote.


A finales de los años 50, Ignacio Aldecoa (1925-1969), un destacado escritor de la lúgubre posguerra española viajó y vivió en Canarias, unas islas entonces lejanas incluso para los españoles, apartadas como todo el país de los circuitos mundiales del turismo. En la desnudez de La Graciosa donde “nada hay“, Aldecoa escribió su ultima y mejor novela publicada un año y medio antes de morir.

Parte de una historia, creada y ambientada en esta minúscula isla es un detallado relato de la vida de una comunidad de pescadores que vive imbricada con el medio natural y desconoce el mundo civilizado. El paso del tiempo en la isla tal como se relata y se siente por quienes allí viven es imperceptible, no parece sujeto a la medida porque no está ordenado ni tampoco fluye. Lo ocurrido hace unas semanas puede parecer que ocurrió hace meses o años es un presente continuo, característico de las comunidades locales.

La siguiente década, a finales de los años 60, un prestigioso arquitecto ingles: Patrick Shiel (1912-1981) y su mujer Silvia Kerslake se retiran a la isla, construyen una casa emblemática de arquitectura ecológica. La casa de los ingleses es la primera obra de arquitectura de la isla que no tiene una finalidad de cobijo y supervivencia. Es un espacio deliberadamente creado por unos artistas que quieren apartarse del mundo. Pero no hay sueños que duren cien años, la soledad que los ingleses persiguieron acabo mucho antes incluso que la vida longeva de esposa del Patrick, Silvia, la pintora.

Cuando nadie visitaba La Graciosa sin duda era más bella pero su gente vivía calamidades extremas: Analfabetismo, endogamia, alcoholismo, envejecimiento y percepción negativa de la situación vital han sido rasgos estudiados en esta cerrada comunidad (Crespo, González y Salcedo: 1990). ¿Qué comunidad elige vivir aislada y sin ningún bien de consumo? La ecología suele tener pocos adeptos entre las gentes de territorios adversos porque quienes vivieron en el ostracismo y una economía de subsistencia bendicen las “ventajas” de la civilización. El pasado no puede ser mitificado por quien ha vivido la miseria y el aislamiento en territorios incomunicados por condiciones geográficas extremas, sean de montaña o de mar.

La situación ahora es muy diferente porque la gente que vive en parques naturales está viviendo en cotos reservados de un incalculable valor económico y ambiental. Ellos lo saben y quieren negociar su situación. Antes se encontraban abandonados, ahora vigilados.

Aunque los habitantes de La Graciosa no están objetivamente aislados: hay cinco barcos en verano que hacen la ruta Orzola- Caleta del Sebo, tienen televisión, teléfono, un alto nivel de vida, un servicio medico de 24 horas y pueden ser “fácilmente” evacuados porque hay un helipuerto pensado para esta eventualidad; la realidad es que viven en un medio que no se puede ignorar y del que dependen absolutamente. En La Graciosa se vive latiendo con la naturaleza. Cuando sopla el Sureste no hay quien pare fuera de las casas, la isla parece que vuela. Y los barcos no van a Lanzarote. Aunque eso suele ocurrir 10 días al año, la sensación es que puede ocurrir en cualquier momento El determinismo geográfico es inevitable cuando vives en un lugar tan pequeño, tan hermético y tan familiar como el que nos ocupa. **


*Gracias, Laura.
**Texto extraído del trabajo de Sagrario Martínez Berriel

2 comentarios:

Unknown dijo...

De nada amiga.

Anónimo dijo...

Hola Isabel, me gusta la forma en que expones tus escritos y que des a conocer las personas con renombre que han estado viviendo poco o mucho tiémpo en la Graciosa